El encuento de las culturas en el cine

Antropología social: Los conflictos y encuentros culturales tal como los ve el cine

El encuentro de las culturas y la Alianza de las Civilizaciones en el cine
A partir de un artículo (corregido y actualizado) publicado por el autor en «Comunicar» nº  32, 2009
©Enrique Martínez-Salanova Sánchez


César y ZaínValores comunes. Lo que nos une El compromiso con el cine digital como medio de acercamiento interculturalReferencias

Hablo del cine y el encuentro de las culturas

Toda mi vida he vivido inmerso en ámbitos de la cultura muy diferentes. por familia, la riojana, con ascendencias aragonesas y vascas, la andaluza, con vivencias marroquíes, viajar y estudiar en Europa, vivir y trabajar en países americanos, Chile, Brasil, Argentina, Perú, con amistades de culturas y etnias muy diferentes... Por familia, por matrimonio, por hijos, por amistades muy queridas, sé de lo que hablo, he aprendido fuera de mi lugar de nacimiento mucho más de lo que he enseñado.
Y el cine me ha aportado más conocimientos, más amplitud, en campos y aspectos que nunca hubiera podido apreciar ni vivir. Estudié, viví, me desarrollé y enseñé antropología de la cultura, he intentado siempre los encuentros, los aprendizajes, los contactos, que he desarrollado en  muchos otros lugares, sobre todo americanos.
En esta parcela de mi Web, muy apreciada por mí, intento poner un granito de arena en este aspecto. Como imagen, una de Azur y Asmar, largometraje de animación realizado en 2004, dirigido por Michel Ocelot, en una coproducción de varios países europeos.

La riqueza intercultural como impulsora de futuro

 La sociedad del conocimiento es necesaria para mejorar las estrategias de convivencia en el mundo mediante la riqueza y la fuerza impulsora que aportan la diversidad de civilizaciones y culturas. Los medios de comunicación y las nuevas tecnologías incrementan la posibilidad de la interrelación humana mediante la conexión en redes. El cine, en concreto, presenta nuevas pautas de conducta, acerca conocimientos y culturas y se hace imprescindible para mostrar diferentes formas de resolución de conflictos, aspectos desconocidos del dialogo intercultural y examina la alianza en la solución de problemas comunes y la búsqueda de respuestas creativas a los principales problemas de la humanidad, principalmente los que tienen que ver con la paz y la solidaridad. Se debe ayudar a los sistemas educativos a promover la formación, instrucción y educación en el uso de las nuevas tecnologías, clave del futuro social, con el fin de preparar a las generaciones venideras en el uso crítico de los medios como instrumento y camino de interrelación humana, búsqueda de información e instrumento de investigación y de aprendizaje.
El cine, no siempre puede presentar los encuentros entre culturas en sus aspectos totales. Lo hace constantemente de forma muy concreta, mostrando mínimos contactos, respetando creencias e ideologías, manifestando los valores comunes que unen a los pueblos, presentando las relaciones afables entre gentes de diferentes grupos humanos. Para que las relaciones interculturales empiecen a tener distinto perfil, es necesario luchar contra prejuicios y estereotipos, y el cine es un medio eficaz que contribuye a ello, pues una película va más allá de su propia historia y del lenguaje cinematográfico y técnicas con la que está realizada (Castiello, 2001)

 
«La diversidad de civilizaciones y culturas es un rasgo básico de la sociedad humana y una fuerza impulsora del progreso del hombre. Las civilizaciones y las culturas reflejan la gran riqueza y legado de la humanidad; por su propia naturaleza, se solapan, interactúan y evolucionan en relación unas con otras. No existe una jerarquía de las culturas, pues todas han contribuido a la evolución de la humanidad. La historia de la humanidad es de hecho una historia de préstamos y de constante fertilización mutua».
Del informe del Grupo de Alto Nivel de la Alianza de Civilizaciones. Foro Mundial 15 y 16 de enero de 2008.

Curro: «Es que nunca he entendido bien qué tipo de árabe eres, Bembi».
Adbembi: «Te he dicho mil veces que no somos árabes. Nuestro pueblo [bereber] tiene cinco mil años de historia, y se extiende por toda África. Tenemos nuestra identidad, nuestra cultura, nuestra propia lengua».
Curro: «Tienes suerte de tener raíces».
Adbembi: «Tus raíces son mis raíces. Nuestros ancestros fueron los mismos. España fue un país bereber durante muchos siglos».
…Oye, Curro, ¿porqué me has elegido para ser tu socio en el chiringuito?
Curro: Porque eres mi amigo … y además tenemos las mismas raíces ¿no?
Diálogo entre Adbembi (Farid Fatmi) con Curro (José Coronado) en el filme Poniente (2002), España, de Chus Gutiérrez

La brecha entre las culturas del mundo viene de antiguo

Darío de Persia asentó el germen más peligroso en la lucha de las civilizaciones al afirmar que al aplastar al enemigo infiel sus soldados ganarían gloria en la Tierra y felicidad en el Cielo. Instaló así la simiente de la primera guerra santa en el mundo, que más tarde repetirían otros creyentes, entre ellos cristianos, musulmanes y judíos. Dos mil quinientos años más tarde, en 2001, el mundo recibió la Declaración Universal de la UNESCO sobre la Diversidad Cultural, que valora la comunicación entre las culturas, que adquiere un sentido nuevo en el marco de la mundialización y del contexto político internacional actual, convirtiéndose así en un instrumento indispensable para garantizar el mantenimiento de la paz y la cohesión del mundo. La declaración es un instrumento normativo imprescindible que fundamenta la necesidad del respeto de la diversidad de las culturas y del diálogo intercultural como las mejores garantías de desarrollo y de paz (UNESCO, 2001). Estas dos formas de ver la relación entre culturas y pueblos las han plasmado los medios de información y de comunicación, así como la novela y el teatro.
Las grandes civilizaciones, no así las gentes y las culturas, desde el inicio de los tiempos han estado en conflicto. El totalitarismo es un tema vivo y ancestral. Las diferencias entre Oriente y Occidente se pueden documentar desde hace dos mil quinientos años, en los albores de la historia. Los héroes y dioses de Oriente y Occidente se batieron en una guerra de diez años en Troya. Herodoto, nacido en Halicarnaso, en la frontera con Asia, se preguntaba por qué a los pueblos de Asia y a los de Europa les costaba tanto vivir en paz. Lo intentaba explicar a base de leyendas y mitos de la tradición oral y de testimonios directos de sus coetáneos que resistieron cuatro décadas atrás las invasiones de Grecia por Jerjes y su ejército y que recogió y relató el historiador a la manera de un actual reportero. El hecho es que la confrontación ya existía en su tiempo, al igual que la manipulación de la información y que el mundo occidental se defendía de las intromisiones del invasor persa, Rey de Reyes, que intentó dominar el mundo desde Oriente, al mismo tiempo que mantenía a raya a los pueblos del norte de Asia y dominaba una considerable porción de los pueblos africanos. Herodoto relató la batalla defensiva que del paso de las Termópilas hizo el rey Leónidas con sus trescientos espartanos (además de miles de hoplitas y otras ayudas), que permaneció como un mito a seguir, inspiró a escritores, historiadores y poetas, y mitificó para la posteridad occidental a un pueblo puro y valeroso, el espartano, cantado y recreado por escritores y políticos de todos los tiempos y admirado por dictadores, Hitler y Franco entre otros. Alejandro, el Magno, desde Occidente, devolvió la mano a los orientales años más tarde y dominó al mundo persa, aunque no completamente su cultura. Se repitieron las invasiones con la civilización romana, con los hunos de Atila sobre Europa, las tribus de Gengis Kan desde China hasta las puertas de Occidente, y el mundo musulmán, que al mismo tiempo que se extendía como una mancha de aceite impregnaba con sus ideas y las de los griegos el pensamiento y la ciencia europea. España, Portugal e Inglaterra construyeron sus imperios y llevaron su lengua y su religión por toda la Tierra y, aunque impusieron sus idiomas y creencias, destruyeron civilizaciones y avasallaron a las gentes, muchas culturas se mantuvieron en la clandestinidad y afloran aún hoy por todas partes. Se sabe que quién realizó el primer intento de dominar el mundo fue Sargón, acadio, hacia el 2200 a J.C. muchos otros lo intentaron a lo largo de los siglos, en Europa Napoleón y Hitler (a una de sus escuadrillas aéreas la denominó «Leónidas»), por la fuerza o por el comercio, o ambas, como el dominio norteamericano de tierra y mares. Las ideas, a partir de las revoluciones francesa y rusa, se exportaron a los cinco continentes. Con todos estos avatares se destruyeron gobiernos y se desmoronaron civilizaciones, aunque las pautas culturales emergieron siempre de diferentes formas, en muchas ocasiones de forma cruenta, y sus residuos irrumpieron con fuerza desde las cenizas y las ruinas, manteniéndose hoy día con mayor o menor estabilidad y coexistiendo con las culturas dominantes. «La diferencia entre Oriente y Occidente es arbitraria y varía alrededor del globo» Edgard Gibbon (1737-1794), citado por Kurht (1995).
Hoy, a través de la globalización, se hace más patente la existencia de grandes brechas al mismo tiempo que los conflictos emergen con peligrosa fiereza. Sin embargo, es tesis controvertida por los historiadores que las civilizaciones estén abocadas al choque cruento, en algunos casos existe un rechazo rotundo de la opinión errónea de que las culturas están llamadas inevitablemente a enfrentarse. Las voces que claman por el entendimiento, la alianza y el diálogo son cada vez de mayor calidad, más aún en un mundo tecnificado, globalizado (Mayor Zaragoza 2006), en el que los cauces para el diálogo y la comunicación debieran ser más fluidos y eficaces, en el que la imposición puede dar paso a la cooperación y al abandono de la idea de que la única solución a la amenaza que las diversas culturas tienen de sus valores es la confrontación, la guerra, la victoria total y la destrucción final de las civilizaciones que son consideradas como amenaza para unos u otros. En plena sociedad de la información y la comunicación, también entreverada por la del espectáculo, tienen gran fuerza y poder los medios de comunicación, la información y las nuevas tecnologías telemáticas, que llevan y traen por el mundo conceptos e ideas, que relacionan a las personas, que aportan alternativas informativas e ideológicas a las de los poderes dominantes y que permiten el trasvase de pautas de cultura, mitos, descubrimientos, datos, realidades y creencias entre unos y otros pueblos.

Las personas son diferentes, al igual que sus culturas

De Shirin Ebadi, Premio Nobel de la Paz 2003
Las personas son diferentes, al igual que sus culturas.
Las personas viven de diferentes formas y por igual difieren las civilizaciones.
Las personas se comunican en una variedad de lenguas.
Las personas se rigen por diferentes religiones.
Las personas llegan al mundo de diferentes colores y son muchas las tradiciones que matizan sus vidas con diversos tintes y tonalidades.
Las personas se visten de maneras diferentes y se adaptan a su entorno de diversas formas.
Las personas se expresan de manera diferente y asimismo su música, su literatura y su arte reflejan modos diferentes.
Pero a pesar de estas diferencias, todas las personas tienen un único atributo en común: todas ellas son seres humanos, nada menos, nada más.
Y no importa cuán diferentes sean, todas las culturas comparten algunos principios:
Ninguna cultura tolera la explotación de los seres humanos.
Ninguna religión permite la matanza de inocentes.
Ninguna civilización acepta la violencia o el terror.
La tortura es aborrecible para la conciencia humana.
La brutalidad y la crueldad son detestables en cualquier tradición.
Dicho más escuetamente, estos principios compartidos por todas las civilizaciones reflejan nuestros derechos humanos básicos. Estos derechos son atesorados y cuidados por todos, en todas partes.
Así, la relatividad cultural no se debería utilizar nunca como pretexto para violar los derechos humanos, puesto que estos derechos simbolizan los valores más fundamentales de las civilizaciones humanas.
(Tomado de PNUD, Informe de Desarrollo Humano 2004: La libertad cultural en el mundo diverso de hoy, pp. 23)
Shirin Ebadi

Encuentros y desencuentros culturales en los medios de comunicación y en el cine

El mundo está intercomunicado debido a la revolución tecnológica y, de hecho, se convierte en un mundo en crecimiento intercultural. Aunque la cultura dominante posee todos los medios para difundirse e imponer su voz, la red de redes permite que se generen productos culturales alternativos, que logra que los países más pobres, cuyas culturas son desconocidas en occidente, se visibilicen en el panorama icónico internacional. La cinematografía es un ejemplo: el cine hindú, el iraní, el bosnio, el chino, el de la mayoría de los países latinoamericanos, compiten en las salas de cine con el europeo o el norteamericano, exponen visiones diferentes y presentan a occidente una gran diversidad de culturas, etnias, ideas, filosofías, comportamientos y religiones.
«La diversidad de civilizaciones y culturas es un rasgo básico de la sociedad humana y una fuerza impulsora del progreso del hombre. Las civilizaciones y las culturas reflejan la gran riqueza y legado de la humanidad; por su propia naturaleza, se solapan, interactúan y evolucionan en relación unas con otras. No existe una jerarquía de las culturas, pues todas han contribuido a la evolución de la humanidad. La historia de la humanidad es de hecho una historia de préstamos y de constante fertilización mutua». (Del informe del Grupo De Alto Nivel de la Alianza de Civilizaciones. Foro Mundial 15 y 16 de enero de 2008).
La idea de la solución armada de los conflictos, ha resucitado bajo el signo de la política imperialista de los Estados Unidos y de quienes la apoyan. Quienes abogan por el choque de las civilizaciones están patrocinando una lucha de necios, que a corto plazo puede subvertir las ansias de regeneración de la convivencia en el planeta. (Martínez-Salanova, 2008)
Las redes telemáticas y los medios de comunicación de masas, necesarias hoy para el acercamiento interciudadano, serán más positivas si se apoyan en sistemas de valores desde los que las instituciones básicas de la sociedad promuevan la aceptación participativa y crítica de los medios de comunicación y de información y hagan posible que las personas de culturas, etnias y civilizaciones diferentes unan sus esfuerzos y realicen proyectos comunes
Existe el debate de si los conflictos –y las alianzas- son entre civilizaciones, incluso hay quien afirma que en la actualidad solamente existe una civilización. Se denominen de una u otra forma, es indudable que existen grandes corrientes ideológicas basadas en siglos de cultura y religión, de crecimiento y de lucha, y que entre los grupos humanos existen profundas relaciones y abismales desencuentros. Estos grandes movimientos, a estas alturas de la vida de la Especie Humana están entremezclados, son mestizos, y gradualmente devienen en civilizaciones, o por lo menos así los ha ido denominando la historia desde la antigüedad. Pero dejemos las palabras y no las convirtamos en fetiches. Sea conflicto entre civilizaciones o entre culturas, lo cierto es que son las personas las que poseen ideas y razones, las que sufren los conflictos y las que deben convivir, aliarse entre ellas para mejorar los usos de la civilización que comparten (Fernando Savater, 2005).
Cuando hablamos de diálogo intercultural, no estamos planteando conseguir terceras culturas. Es un peligro hablar irresponsablemente de integración, cuando la cultura receptora exige que el recién llegado acepte todas y cada una de las pautas culturales y se comporte como uno más en el grupo humano que lo recibe. No es conveniente ni posible la simbiosis de culturas que se encuentran en permanente conflicto ni destruir parte o la totalidad de los elementos, rasgos o patrones que dificultan las relaciones entre los pueblos. En algunos momentos de la historia, incluso de la más reciente, se han hecho intentos por la fuerza de unificación de pueblos, etnias y conocimientos que, pasados los años, han vuelto a salir a flote reivindicando su riqueza cultural con un agravante, el de que quienes se han visto sojuzgados, se han levantado con violencia y provocado grandes masacres. Es importante por ello facilitar una comunicación intercultural más efectiva, sin imposiciones ni violencias, en un proceso interactivo y mutuamente beneficioso para los participantes, que facilite el desarrollo de maneras nuevas, efectivas y aceptables que aporten bases comunicativas comunes (Shohat y Stam, 2002).
Los medios de comunicación pueden ayudar a reducir la incertidumbre y la ansiedad que provoca el encuentro intercultural. El cine, por ejemplo, puede ayudar a conocer y valorar mejor otras culturas, otras normas de vida y convivencia (Gurpegui 2000). La base es compartir información y expectativas o lo que es lo mismo, valorar sus aspectos cognitivos, acrecentar las habilidades para enfrentarse a los diferentes retos que supone entender, relacionarse con personas de otras culturas en sus aspectos afectivos, y la capacidad para actuar creativamente con vistas a mejorar relaciones entre personas, pueblos y culturas, y favorecer el intercambio comunicativo. (UNESCO, 2001). Es imprescindible pues que los medios de comunicación y las nuevas tecnologías se impliquen para formar un inmenso clamor popular, que, pacíficamente, reoriente los rumbos actuales guiados por intereses a corto plazo de una minoría. (Mayor Zaragoza, 2006)

El concepto de cultura

Como sucede con tantos conceptos de interés filosófico y científico, no tenemos razones para pensar que hay o que debe haber un único concepto de «cultura» que sea el correcto. Hay muchos significados del concepto y la elección del más adecuado debe ir en función de los problemas que queramos comprender.
Aunque tampoco existe un único concepto antropológico de cultura, muchos autores reconocen como un buen punto de partida la ya clásica definición de E.B. Taylor: «La cultura o civilización (...) es aquel todo complejo que incluye el conocimiento, las creencias, el arte, la moral, las leyes, las costumbres y cualesquiera otros hábitos y capacidades adquiridos por el hombre en cuanto miembro de una sociedad».
En su sentido más amplio, la cultura puede considerarse actualmente como «el conjunto de los rasgos distintivos, espirituales y materiales, intelectuales y afectivos que caracterizan a una sociedad o un grupo social. Ella engloba, además de las artes y las letras, los modos de vida, los derechos fundamentales del ser humano, los sistemas de valores, las tradiciones y las creencias». Declaración de México sobre las Políticas Culturales. 6 de agosto de 1982

Invasiones, guerra y colonialismo en el cine

En Occidente, fundamentalmente el cine norteamericano, ha realizado conocidas películas en las que los conflictos, base del progreso y de la civilización, se resuelven por la fuerza de las armas y la derrota de otras civilizaciones. Son películas en las que se ensalza el valor de los colonizadores como arriesgados y heroicos pioneros, aunque las culturas indígenas desaparezcan bajo el impulso de la «civilización». Hay centenares de ejemplos, sobre todo el que supone la conquista de los pueblos indios, de las guerras en Asia y Oriente próximo. También se ha filmado con frecuencia, en algunos casos con dura crítica hacia la imposición cultural y la violencia, la invasión que una civilización hace de otra: 1492: La conquista del paraíso (The Conquest of Paradise, 1991) de Ridley Scott, narra de forma épica la conquista el descubrimiento y conquista de las tribus americanas; en La Misión (The Mission, 1986), de Roland Joffé, se aprecian los conflictos culturales y la violencia con la que en ocasiones se han solucionado; El piano (The Piano, 1993), de Jane Campion, cuyo trasfondo son las grandes diferencias sociales y culturales entre la colonización anglosajona y los aborígenes neozelandeses; Apocalypse Now, 1979, de Francis Ford Coppola, exhibe la violencia, locura y destrucción de la guerra; La batalla de Argel (La battaglia di Algeri, 1966) de Gillo Pontecorvo, es una despiadada y dura crítica sobre la actuación colonial francesa en Argelia; La hora de los Hornos, 1968, del argentino Fernando Solanas, es un canto a la rebelión contra el colonialismo; Apocalypto (2006), de Mel Gibson, narra el final de la gran civilización maya, cuando su idílica existencia es brutalmente interrumpida por el ataque de una violenta fuerza invasora, o La guerra del opio (Yapian zhanzheng, The Opium War), 1998, dirigida por Xie Jin, una coproducción entre Hong-Kong y Gran Bretaña, que cuenta la histórica desde un punto de vista chino, de la entrada del colonialismo inglés en China mediante la guerra por adueñarse del comercio del opio.

Oriente y occidente en las Termópilas

En la película 300 (2006), de Zack Zinder, basado el cómic de Frank Miller, se describe con originalidad y maestría, cómo en la batalla de las Termópilas el primer choque frontal entre Oriente y Occidente se materializa en una guerra sangrienta y feroz. El director se inspiró en otra película estadounidense dirigida por Rudolph Maté titulada El león de Esparta (The 300 Spartans, 1962), que Miller vio cuando era niño. Hoy, infinidad de películas de todos los países, incluido el mismo cine norteamericano, cuestionan esta actitud guerrera, y cada día más son más los films críticos hacia los dominios imperialistas, presentando una actitud favorable al dialogo y a la convivencia como forma eficaz e ineludible de resolver los conflictos.
La película 300 produjo hondo malestar en el mundo musulmán, pues presenta a los invasores persas de forma anacrónica, con fisonomías, características y adornos propios del mundo árabe actual. Aunque sea cierto que Oriente era un complejo de culturas, la civilización persa que dominaba Jerjes, lejos estaba de parecerse a la iconografía con la que se la ha representado dos milenios y medio más tarde. El cine ha mostrado en infinidad de ocasiones el intercambio cultural como conflicto armado, desprestigiando al adversario, a pesar de que el conflicto cultural, en la historia de la humanidad, no siempre ha sido solucionado, dirimido o finalizado mediante sangre u opresión, pues es una interacción constante, fluida y viva, que circula desde los albores de la humanidad y que ha dado lugar a la gran riqueza de las civilizaciones.
El encuento de las culturas en el cine El encuento de las culturas en el cine Reviewed by Abigail Calix on agosto 23, 2019 Rating: 5

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